Aunque soy de la época del blanco y negro, subo las dos versiones esperando vuestra, como siempre, benevolente opinión. Y acompño un poema escrito para la ocasión. Saludos
A UNA JOVEN SEÑORA.-
(Sueño en quintetos apresurados).
Déjeme usted, señora,
deje que por lo menos,
la incluya a usted en mis sueños
y la abrace despacio
y la bese en silencio;
que suave y dulcemente,
con torpeza y con miedo,
recorra con mis labios
los surcos de su vientre,
señales de la vida que trajeron.
Déjeme que le narre
en la penumbra, cuentos,
historias misteriosas
de hadas y princesas,
que nunca sucedieron.
Sucesos tan fantásticos
que, los que los oyeron,
flotaron en los cielos,
como los grandes pájaros,
ingrávidos y etéreos.
Escuche mis suspiros,
mi voz y mis silencios
y mirando mis ojos
diseccione mi alma,
y descubra qué barruntan mis sesos.
Oiga como respiro
apoyado en su pecho;
sienta fuerte el latido
de un corazón ya viejo
y adivine mis miedos.
Y si no quiere oírme
deje que, por lo menos,
permanezca su lado
con su mano apretada,
callado, triste y quedo.
Aunque tenga otras cuitas,
no se olvide de aquello
que una noche le dije
en un hermoso sueño
del que no me despierto:
Que es usted para mí
un soplo de aire fresco
que pasa de puntillas
dejando como huella
sólo un aroma intenso.
Pero no se arregoste
con estos malos versos:
flechas enherboladas
con curare anestésico
que pretenden dormirla;
y como el león anciano
hacer que la gacela,
ya que no a sus encantos,
se rinda fatigada
a mis trucos de viejo trapacero.
Empero, no me tenga
ni recelos ni miedo
manténgase tranquila
disfrute de su vida y sus amores
pues esto es sólo… ¡Un sueño
A UNA JOVEN SEÑORA.-
(Sueño en quintetos apresurados).
Déjeme usted, señora,
deje que por lo menos,
la incluya a usted en mis sueños
y la abrace despacio
y la bese en silencio;
que suave y dulcemente,
con torpeza y con miedo,
recorra con mis labios
los surcos de su vientre,
señales de la vida que trajeron.
Déjeme que le narre
en la penumbra, cuentos,
historias misteriosas
de hadas y princesas,
que nunca sucedieron.
Sucesos tan fantásticos
que, los que los oyeron,
flotaron en los cielos,
como los grandes pájaros,
ingrávidos y etéreos.
Escuche mis suspiros,
mi voz y mis silencios
y mirando mis ojos
diseccione mi alma,
y descubra qué barruntan mis sesos.
Oiga como respiro
apoyado en su pecho;
sienta fuerte el latido
de un corazón ya viejo
y adivine mis miedos.
Y si no quiere oírme
deje que, por lo menos,
permanezca su lado
con su mano apretada,
callado, triste y quedo.
Aunque tenga otras cuitas,
no se olvide de aquello
que una noche le dije
en un hermoso sueño
del que no me despierto:
Que es usted para mí
un soplo de aire fresco
que pasa de puntillas
dejando como huella
sólo un aroma intenso.
Pero no se arregoste
con estos malos versos:
flechas enherboladas
con curare anestésico
que pretenden dormirla;
y como el león anciano
hacer que la gacela,
ya que no a sus encantos,
se rinda fatigada
a mis trucos de viejo trapacero.
Empero, no me tenga
ni recelos ni miedo
manténgase tranquila
disfrute de su vida y sus amores
pues esto es sólo… ¡Un sueño