Manolo
Fujista Habitual
YASHICA MG1, O LA ALEGRÍA DE VOLVER A GOZAR LA FOTOGRAFÍA.
Estos días estoy disfrutando del gustazo de volver a tener entre las manos un clásico, uno de esos modelos que hace 40 años se consideraba de gama media-básica, pero cuya calidad de materiales, acabados y construcción se sitúan un paso por encima de las gamas actuales más profesionales. Estaba pensada para usuarios noveles que no querían complicarse la vida; era el equivalente a las compactas de ahora; pero es grande, pesada, metálica, dura, contundente, rotunda… magnífica.
MG1/1 by Mac, en Flickr
Mi unidad en concreto fue adquirida por su primer propietario el 16 de febrero de 1978 en la tienda “Prisma”, situada en la calle Hortaleza, 28 de Madrid. Lo sé porque me la han entregado con el manual de instrucciones y con su tarjeta de garantía sellada y fechada. Su dueño inicial murió en el año 2010. La heredó su hermano, también recientemente fallecido, y la viuda de este la puso a la venta por 20 €. Esta semana he llegado a un acuerdo con ella y se la he comprado por 15 €. Está en un estado increíblemente bueno, sin marcas, sin óxido, estéticamente impecable, revisada hace poco en “Fokus” y mecánicamente testada en “Fotocasión” el mismo día que la adquirí; fui a comprarle un adaptador de batería para poder usarla con pilas modernas, y uno de los “catedráticos” de la tienda se puso a trastear con ella sin que yo se lo pidiera, la removió todos los mecanismos, la tocó todo lo tocable y dio su visto bueno. Cojonudo, pensé yo.
MG1/2 by Mac, en Flickr
MG1/4 by Mac, en Flickr
EL CAMARERO ES IMPORTANTE, PERO TAMBIÉN LO ES LA CÁMARA.
La cámara cuenta, y mucho. Y no me refiero precisamente a sus cualidades tecnológicas para salir airosa de las situaciones más imposibles y lograr la mayor calidad y nitidez tanto haciendo macros como fotografiando un fórmula 1 a 300 kms/h. No es mi rollo, ni tampoco el de esta cámara. Hablo de que la MG1 hace magia conmigo. La agarro y me entran ganas de salir a la calle. Veo encuadres y composiciones que con la digital ni se me pasan por la cabeza; ni con la digital, ni con ninguna réflex de carrete moderna, de esas que ya ni siquiera tienen cosas tan elementales como la escala de distancias en el objetivo. Esta Yashica se presenta ante mis ojos como un instrumento tan funcional, tan sencillo, que lo difícil es dejarla en casa; tan pragmática, que invita a sacarla incluso cuando bajo a comprar el pan. La mejor callejera, una gran retratera, una más que razonable “paisajera”. Yo creo que consigue ejercer ese efecto en mí por varias razones:
- Facilidad de uso: Es una cámara semiautomática, funciona con prioridad al diafragma. Tanto es así, que resulta absolutamente imposible saber a qué velocidad se está disparando, salvo por el detalle de que cuando se sitúa a 1/30 o por debajo se enciende una lucecita amarilla avisándonos del peligro de que la foto salga movida. Personalmente me parece muy divertido, y estoy seguro de que voy a poder hacer fotos de agua con efecto seda (pongo este ejemplo porque es un recurso que suelo utilizar mucho) sin mayor problema, con ayuda de la susodicha lucecita amarilla y un filtro ND si se tercia para asegurarme la velocidad más baja posible (hasta ½ seg., que es lo máximo que da de sí este obturador).
- Distancia hiperfocal: Es sencillísimo trabajar con hiperfocales. Mientras que en las digitales actuales tenemos inconvenientes tales como la ausencia de índice de distancias en el objetivo, o la necesidad de tener que andar haciendo conversiones según el tamaño del sensor por culpa del factor de recorte, el objetivo de la MG1 lleva grabado el índice calibrado para su focal de 45 mm y su formato de película de 35 mm. Es tan increíblemente simple que da risa. Sin calculadoras, sin aplicaciónes de móvil. Pones el diafragma que quieras, su hiperfocal correspondiente, y ya puedes empezar a hacer una foto detrás de otra sin volver a preocuparte por el enfoque, porque absolutamente todo saldrá nítido dentro de los límites del diafragma que hayas escogido. Si te lo propones, puedes lanzarte a la calle, y si la luz acompaña, tirar un carrete detrás de otro sin tocar el anillo de enfoque. Y todo con un ajuste previo que no lleva más de dos segundos realizar. Resulta tan simple que invita a usarlo. Y esto, teniendo en cuenta que hablamos de una cámara muy adecuada para fotos callejeras, es todo un lujo.
Me hace gracia ver en la red tantísimos tutoriales intentando esclarecer qué es la distancia hiperfocal (no ya cómo utilizarla en las cámaras digitales, sino simplemente explicar el concepto en sí), y a tanta gente que sigue siendo incapaz de entenderlo. Y sin embargo, mirando un objetivo con anillo de diafragma y escala de distancias, se comprende a la primera, de una sola mirada, y asombra su extrema sencillez. De ahí la importancia de conocer estas cámaras antiguas, y de aprender a hacer fotos con ellas.
MG1/3 by Mac, en Flickr
MG1/5 by Mac, en Flickr
- Resistencia y dureza del cuerpo, fiabilidad, usabilidad a largo plazo: Habría que ver en qué estado se encontrarán dentro de 40 años cualquiera de las cámaras digitales fabricadas recientemente. Esta Yashica tiene 38 años. Simplemente, mirad las fotos. Sobran las palabras.
- Calidad del objetivo: Cuatro elementos en tres grupos. 45 mm f/2’8. La gama “Electro 35” de Yashica, de la que esta MG1 supuso el final de la saga, siempre se distinguió por la excelente calidad de su lente, a la altura del resto de la cámara. Aunque esto, en realidad, era bastante habitual en las telemétricas de la época.
- Enfoque telemétrico: Siempre da gusto usarlo. Eso si se usa, porque con lo sencillo que resulta ajustar las hiperfocales, lo normal es olvidarse de él para callejear.
- Visor más luminoso que me he llevado al ojo en mi vida.
En fin, son cosas y detalles que los que tenemos ya unos añitos conocíamos de antes, y es muy gratificante recuperarlas. Personalmente no me cuesta ningún esfuerzo seguir haciendo fotos con estas máquinas, muy al contrario, me llaman poderosamente la atención por su extrema simpleza con respecto a la abrumadora tecnología digital. Lo que tienes en la mano, lo que ves, es lo que hay. Sin funciones escondidas, sin menús, sin exceso de botones, pero con todo lo necesario disponible a un solo golpe de vista. No me digáis que no es genial…
Estos días estoy disfrutando del gustazo de volver a tener entre las manos un clásico, uno de esos modelos que hace 40 años se consideraba de gama media-básica, pero cuya calidad de materiales, acabados y construcción se sitúan un paso por encima de las gamas actuales más profesionales. Estaba pensada para usuarios noveles que no querían complicarse la vida; era el equivalente a las compactas de ahora; pero es grande, pesada, metálica, dura, contundente, rotunda… magnífica.

Mi unidad en concreto fue adquirida por su primer propietario el 16 de febrero de 1978 en la tienda “Prisma”, situada en la calle Hortaleza, 28 de Madrid. Lo sé porque me la han entregado con el manual de instrucciones y con su tarjeta de garantía sellada y fechada. Su dueño inicial murió en el año 2010. La heredó su hermano, también recientemente fallecido, y la viuda de este la puso a la venta por 20 €. Esta semana he llegado a un acuerdo con ella y se la he comprado por 15 €. Está en un estado increíblemente bueno, sin marcas, sin óxido, estéticamente impecable, revisada hace poco en “Fokus” y mecánicamente testada en “Fotocasión” el mismo día que la adquirí; fui a comprarle un adaptador de batería para poder usarla con pilas modernas, y uno de los “catedráticos” de la tienda se puso a trastear con ella sin que yo se lo pidiera, la removió todos los mecanismos, la tocó todo lo tocable y dio su visto bueno. Cojonudo, pensé yo.


EL CAMARERO ES IMPORTANTE, PERO TAMBIÉN LO ES LA CÁMARA.
La cámara cuenta, y mucho. Y no me refiero precisamente a sus cualidades tecnológicas para salir airosa de las situaciones más imposibles y lograr la mayor calidad y nitidez tanto haciendo macros como fotografiando un fórmula 1 a 300 kms/h. No es mi rollo, ni tampoco el de esta cámara. Hablo de que la MG1 hace magia conmigo. La agarro y me entran ganas de salir a la calle. Veo encuadres y composiciones que con la digital ni se me pasan por la cabeza; ni con la digital, ni con ninguna réflex de carrete moderna, de esas que ya ni siquiera tienen cosas tan elementales como la escala de distancias en el objetivo. Esta Yashica se presenta ante mis ojos como un instrumento tan funcional, tan sencillo, que lo difícil es dejarla en casa; tan pragmática, que invita a sacarla incluso cuando bajo a comprar el pan. La mejor callejera, una gran retratera, una más que razonable “paisajera”. Yo creo que consigue ejercer ese efecto en mí por varias razones:
- Facilidad de uso: Es una cámara semiautomática, funciona con prioridad al diafragma. Tanto es así, que resulta absolutamente imposible saber a qué velocidad se está disparando, salvo por el detalle de que cuando se sitúa a 1/30 o por debajo se enciende una lucecita amarilla avisándonos del peligro de que la foto salga movida. Personalmente me parece muy divertido, y estoy seguro de que voy a poder hacer fotos de agua con efecto seda (pongo este ejemplo porque es un recurso que suelo utilizar mucho) sin mayor problema, con ayuda de la susodicha lucecita amarilla y un filtro ND si se tercia para asegurarme la velocidad más baja posible (hasta ½ seg., que es lo máximo que da de sí este obturador).
- Distancia hiperfocal: Es sencillísimo trabajar con hiperfocales. Mientras que en las digitales actuales tenemos inconvenientes tales como la ausencia de índice de distancias en el objetivo, o la necesidad de tener que andar haciendo conversiones según el tamaño del sensor por culpa del factor de recorte, el objetivo de la MG1 lleva grabado el índice calibrado para su focal de 45 mm y su formato de película de 35 mm. Es tan increíblemente simple que da risa. Sin calculadoras, sin aplicaciónes de móvil. Pones el diafragma que quieras, su hiperfocal correspondiente, y ya puedes empezar a hacer una foto detrás de otra sin volver a preocuparte por el enfoque, porque absolutamente todo saldrá nítido dentro de los límites del diafragma que hayas escogido. Si te lo propones, puedes lanzarte a la calle, y si la luz acompaña, tirar un carrete detrás de otro sin tocar el anillo de enfoque. Y todo con un ajuste previo que no lleva más de dos segundos realizar. Resulta tan simple que invita a usarlo. Y esto, teniendo en cuenta que hablamos de una cámara muy adecuada para fotos callejeras, es todo un lujo.
Me hace gracia ver en la red tantísimos tutoriales intentando esclarecer qué es la distancia hiperfocal (no ya cómo utilizarla en las cámaras digitales, sino simplemente explicar el concepto en sí), y a tanta gente que sigue siendo incapaz de entenderlo. Y sin embargo, mirando un objetivo con anillo de diafragma y escala de distancias, se comprende a la primera, de una sola mirada, y asombra su extrema sencillez. De ahí la importancia de conocer estas cámaras antiguas, y de aprender a hacer fotos con ellas.


- Resistencia y dureza del cuerpo, fiabilidad, usabilidad a largo plazo: Habría que ver en qué estado se encontrarán dentro de 40 años cualquiera de las cámaras digitales fabricadas recientemente. Esta Yashica tiene 38 años. Simplemente, mirad las fotos. Sobran las palabras.
- Calidad del objetivo: Cuatro elementos en tres grupos. 45 mm f/2’8. La gama “Electro 35” de Yashica, de la que esta MG1 supuso el final de la saga, siempre se distinguió por la excelente calidad de su lente, a la altura del resto de la cámara. Aunque esto, en realidad, era bastante habitual en las telemétricas de la época.
- Enfoque telemétrico: Siempre da gusto usarlo. Eso si se usa, porque con lo sencillo que resulta ajustar las hiperfocales, lo normal es olvidarse de él para callejear.
- Visor más luminoso que me he llevado al ojo en mi vida.
En fin, son cosas y detalles que los que tenemos ya unos añitos conocíamos de antes, y es muy gratificante recuperarlas. Personalmente no me cuesta ningún esfuerzo seguir haciendo fotos con estas máquinas, muy al contrario, me llaman poderosamente la atención por su extrema simpleza con respecto a la abrumadora tecnología digital. Lo que tienes en la mano, lo que ves, es lo que hay. Sin funciones escondidas, sin menús, sin exceso de botones, pero con todo lo necesario disponible a un solo golpe de vista. No me digáis que no es genial…